Aunque se le ha retratado en numerosos cuentos, historias y mitos, Midas es un personaje real de carne y hueso, ya que fue rey de Frigia. Su mito comienza cuando Sileno (maestro del dios Dionisio) se emborracha y desaparece de su casa. Unos campesinos lo vieron y lo llevaron ante del rey Midas. Éste lo reconoció y lo trató educadamente. El día número once de permanecer en el palacio de Midas, éste lo llevó de vuelta a casa del dios Dionisio. Dionisio quiso agradecerle lo que había hecho por su mentor, así que como recompensa le dijo a Midas que pidiera lo que quisiera. Midas, que era un ser muy avaricioso, deseó que todo cuanto tocaran sus manos se convirtiera en oro. Así podría hacerse más y más rico y nunca le faltaría de nada. Cuando Dionisio se lo concedió vio que no había sido tan buena idea, pues no podía valerse por sí mismo. No podía vestirse, ni comer, ni beber, ni realizar ninguna de sus actividades y tareas rutinarias. Vio convertidos en oro su comida, su bebida, incluso su propia hija. Rezó a Dionisio para que le librara de aquella maldición y éste, que lo escuchó, le aconsejó bañarse en el río Pactolo. Pero el río también se convirtió en oro.
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