En un hermoso jardín coincidían muchos árboles. Uno era un manzano, otro una higuera, aquel un naranjo, el de allí un peral... pero había un árbol triste que no sabía qué era. Estaba silencioso, triste, confundido. Uno de los árboles le decía que intentara dar manzanas, otro que higos, otro más que naranjas, otro que peras. El pobre árbol lo intentaba, pero no conseguía nada. Hasta que un día se posó en sus ramas un búho sabio, que le indicó que no debía intentar ser como los demás deseaban que fuera, que lo esencial era conocerse a sí mismo, escuchar su voz interior. Así lo hizo, dejó que hablases sus sentimientos y supo que nunca daría frutas, pues no era un frutal, pero que tenía una misión: dar sombra a los viajeros, cobijo a las aves, belleza al paisaje. Se sintió digno y respetado.
Era un roble.
Fuente: Pronto.
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