Transcurrieron unos años y el muchacho volvió hecho un hombre. "¿Vienes a jugar conmigo?", le preguntó el manzano. "No tengo tiempo. He de trabajar para mantener a mi familia. Necesito una casa. ¿Puedes ayudarme?". Y éste le respondió: "Coge mi madera y constrúyela". Y así lo hizo.
Pasaron muchísimos años sin que el manzano supiera nada de él. Un día se acercó un anciano a él, éra su amigo. Él árbol le dijo: "Ya no me queda nada para ofrecerte, pero puedes apoyarte en mi seco tronco para descansar".
Ésta podría ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros padres, que a lo largo de la vida nos lo dan todo sin pedir nada a cambio.
Fuente: Revista Pronto.
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