Al principio, creyó que sólo cambiaba el color, pero que sería un huevo normal, hasta que lo cogió y vio que pesaba bastante y vio que era de oro. Comenzó a alimentar y a mimar a esta gallina más que a las demás para que diera más huevos como aquel. Otro día, volvió a dar otro huevo y el hombre se sintió todavía más feliz. Duplicó su ración de comida y mimos hacia la gallina que, llegaba un momento, en que no podía comer más o deseaba estar sola. Tal era su incomodidad, que dejó de poner huevos. No ponía huevos ni de oro ni ningún otro.
El hombre se desesperó y enfureció: quería que aquella gallina le diese más huevos de oro. Después de que pasaran las semanas y la gallina siguiera sin dar huevos pensó: "Si la mato, podré sacarle de dentro todos los huevos de oro que tiene en su interior". Y así lo hizo. La mató, pero vio que allí no había nada. Su paciencia le había hecho perder una gallina que podría haberlo hecho rico.
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