domingo, 24 de agosto de 2014

Cuentos reflexivos: La tristeza

Una mujer estaba tan desconsolada tras la muerte de su único hijo que decidió consultar a un sabio en busca de solución a su dolor.

- ¿Tiene Usted algún remedio para traer de nuevo a mi hijo a la vida y acabar con esta tristeza que me consume?

Tras meditarlo unos segundos, el sabio le dijo:

- Tráigame un grano de mostaza de una casa donde nunca hayan conocido la tristeza. Lo utilizaremos para devolverle la alegría de vivir.

La mujer partió sin perder un segundo y la primera casa que visitó fue una rica mansión en un barrio residencial. Cuando preguntó a sus moradores si en ese hogar no habían conocido la tristeza, la respondieron que había llegado al lugar equivocado. Empezaron a contarle las tragedias familiares de los últimos años. Así, pues, decidió quedarse para consolarlos.

Cuento reflexivo: Los ciegos y el elefante

Seis ciegos fueron convocados para mostrarles, por primera vez en sus vidas, lo que era un elefante. El primero de ellos se recostó sobre el ancho costado del animal y dijo: "El elefante es muy parecido a una pared". El segundo, agarrando uno de sus colmillos, exclamó: "¡Caramba! ¿Qué será esto tan largo, redondo y afilado? A mí me recuerda a una lanza". El tercero agarró con ambas manos la trompa del paquidermo y exclamó sin asustarse:

"Un elefante es igual que una serpiente". El cuarto alargó la mano hasta la rodilla robusta y arrugada: "Yo lo tengo muy claro. Un elefante es lo más parecido en el mundo a un árbol". El quito tocó casualmente una de las enormes orejas y comentó: "No sé qué pensarán los demás, pero a mí me recuerda a un abanico gigante". El sexto asió la cola y afirmó: "El elefante es un animal parecido a una cuerda". Así, convencidos de encontrarse ante seres muy diferentes, los ciegos discutieron sin llegar a ponerse de acuerdo. Lo mismo nos pasa a nosotros cuando conocemos parcialmente la realidad, todos podemos tener parte de razón y, a la vez, estar equivocados.



Fuente: Revista Pronto.

jueves, 21 de agosto de 2014

Poemas de Rafael Alberti

EL ÁNGEL AVARO

Gentes de las esquinas
de pueblos y naciones que no están en el mapa
comentaban.
—Ese hombre está muerto
y no lo sabe.
Quiere asaltar la banca,
robar nubes, estrellas, cometas de oro,
comprar lo más difícil:
el cielo:
Y ese hombre está muerto.
Temblores subterráneos le sacuden la frente.
Tumbos de tierra desprendida,
ecos desvariados,
sones confusos de piquetas y azadas,
los oídos.
Los ojos,
luces de acetileno,
húmedas, áureas galerías.
El corazón,
explosiones de piedras, júbilos, dinamita.
Sueña con las minas.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Poemas de Gerardo Diego

INSOMNIO

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura
—cauce fiel de abandono, línea pura—,
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.

EL CIPRÉS DE SILOS

A Ángel del Río

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.

Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.


miércoles, 6 de agosto de 2014

Cuento reflexivo: El perro astuto

Un hombre montó una expedición para ir de cacería a África acompañado de su perro, pero el animal,
curioso por naturaleza, se perdió en la selva. Mientras el can intentaba recordar el camino de vuelta, vio cómo desde lejos venía hacia él una pantera a toda carrera. Temiendo ser devorado, descubrió un montón de huesos de animales y empezó a mordisquearlos. Cuando el felino estaba a punto de atacarle, el perrito dijo en voz alta:

- ¡Qué sabrosa pantera me acabo de zampar!

Tras oír esto, frenó en seco y salió corriendo por el camino que había venido. "¿Qué animal será éste capaz de comerse a uno de mis congéneres? ¡A ver si voy a ser yo el próximo!" pensó la pantera.

Un mono que había visto toda la escena salió tras ella para explicarle el engaño:

lunes, 4 de agosto de 2014

Cuento reflexivo: La rosa y el sapo

Érase una vez una rosa que se creía la más bella del jardín y lo que más deseaba era que todos se acercaran a admirar y disfrutar de su olor. Pero la gente solía mirarla desde una cierta distancia, sin prestarle mayor atención. Un día se dio cuenta del motivo de ese comportamiento que tanto la desagradaba: a su lado había un enorme sapo, grande, feo y de piel verrugosa, que los espantaba. Indignada con él, le ordenó que se alejara de inmediato. El animal, muy solícito, le respondió:

- Me iré si así lo deseas.

Días después el sapo volvió a darse una vuelta por el jardín y se sorprendió al ver la rosa marchita, sin hojas ni pétalos. Cuando le preguntó qué le había pasado, la flor respondió:

- Desde que te fuiste, las hormigas han invadido este lugar y no paran de picarme aquí y allá.

A lo que el sapo replicó:

Cuento reflexivo: El problema



Tras la muerte del guardián con el que compartía la administración del monasterio, el gran maestro convocó a todos sus discípulos con la intención de escoger un sustituto para esta tarea tan importante:

- Voy a plantearos un problema. Aquel que lo resuelva antes será el nuevo guardián del templo.

Colocó en medio de una gran sala un banco y, sobre él, dispuso un bellísimo jarrón de porcelana con rosas rojas en él.

-Èse es el problema - les dijo a los muchachos, dejándolos perplejos ate este extraño enigma. Todos quedaron paralizados hasta que uno de ellos se levantó, miró al gran maestro y a sus compañeros y, con determinación, caminó hacia el florero y lo tiró al suelo de un empujón, haciéndolo añicos.