sábado, 20 de diciembre de 2014

Historia de una chica androide - María Moreno Alfaro

María Moreno Alfaro


Fui creada para hacer el bien. La gente me decía que era hermosa, mi creador me dijo lo mismo antes de morir, ya estaba enfermo y era tan sólo un anciano. Lamenté su muerte a pesar de no tener corazón. Recuerdo perfectamente la vez que le salvé. En aquel momento era un niño pequeño. Lo salvé de una muerte segura. Yo no lo sabía en aquel momento, pero le marqué para siempre.

Pasaron un par de años y otros androides - malvados - estuvieron a punto de matarme. Me dejaron vivir a cambio de unirme a ellos. No me quedaba otra, decidí unirme a ellos. El mundo quedó a merced de la suerte o de la esperanza de que apareciese un nuevo salvador.

Yo continuaba queriendo ayudar a la gente, pero aquellos androides no me lo permitían. Pasaron unos años más y aquel niño pequeño que un día salvé de las garras de la muerte se había convertido en un joven fuerte y luchador. Se había enamorado de mí siendo un niño, y se había convertido en un defensor del bien por mí. No acababa de creérselo cuando me vio destruyendo coches y edificios con los otros androides. Me llamó monstruo.


Al cabo de una semana, desaparecieron tres androides, así que sólo quedábamos el líder y yo. Había sido aquel joven, para vengarse, para dejarme libre. Él apareció ante nosotros dos y retó al androide líder a luchar con él. Después de una gran lucha de varias horas, el androide cayó por fin ante el joven humano. Le sonreí y le di las gracias por liberarme.

Me confesó sus sentimientos, teniendo intención de pasar juntos toda la vida. Bueno, toda SU vida. Yo era un androide, nunca moriría. Con todo el dolor de mi interior lleno de cables y motores, le rechacé. Le dije que no debía malgastar su vida conmigo, que debía pasarlo con una humana, una mujer junto a la que envejecer y formar una familia.

Él quedó decepcionado, pero supe que algún día lo entendería y que en su fuero interno me daría las gracias. Me marché de allí, dejándole solo. Volví al servicio del bien.

Han pasado siglos desde entonces, y le he espiado cada día del año que mi trabajo no me lo ha impedido. Siguió luchando por el bien hasta sus fuerzas de anciano le permitieron y aun así, en aquellos años de servicio, encontró a la mujer de su vida, con la cual fue feliz, y tuvo un hermoso niño y una bella niña, que seguirán sus pasos.

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