Perplejo, pero satisfecho de haber podido conocer mejor cómo era el infierno, el sabio se dispuso a cumplir su segundo deseo. La otra cara de la moneda era subir al cielo para comprobar con sus propios ojos todas las bondades que había leído y oído sobre él.
Muy asombrado, vio que allí también había mesas preparadas con deliciosas comidas pero que, al contrario de los tristes habitantes del infierno, todos los seres celestiales sonreían satisfechos y rebosaban salud. Y es que, aunque también disponían de unos larguísimos palillos para alimentarse, allí cada uno se preocupaba de alimentar al que tenía en frente.
Fuente: Revista Pronto.
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