martes, 25 de noviembre de 2014

Cuento reflexivo: El saludo de cada día

Un hombre que trabajaba en una fábrica empaquetadora de carne entró, cumplido ya el horario de su jornada laboral, en una cámara frigorífica para terminar de inspeccionar un par de cosas antes de irse a casa. Cuando quiso salir, se dio cuenta de que se había quedado encerrado y no podía salir.

Aunque gritó pidiendo auxilio nadie le escuchó, ya que todo el mundo se había ido a su casa. Además, el grosor de la puerta era tal que aunque hubiera habido alguien, no le habrían escuchado. Llevaba ya cinco horas atrapado y estaba a punto de congelarse cuando la puerta, milagrosamente, se abrió y vio al vigilante de seguridad de la fábrica.

Cuando al guarda le preguntaron cómo se le había ocurrido buscar allí al empleado y cómo se había dado cuenta de que un hombre faltaba por irse, respondió:
Llevo 35 años en la empresa. Cientos de trabajadores pasan ante mí cada día y todos pasan de largo. Él es el único que me saluda cada vez que llega a la empresa y cada vez que la deja. Para el resto soy invisible. Hoy me dijo hola a la entrada y no le escuché a la salida, así que supe que algo tenía que haberle pasado. De modo que pensé que debía seguir en algún lugar de la empresa y, además, con problemas.


Texto: revista Pronto.

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