sábado, 2 de noviembre de 2013

Cuento reflexivo: Un clavo en la puerta

Un joven tenía tan mal carácter que su padre no tuvo más remedio que idear una estrategia para ayudarle. Un día, le regaló una bolsa llena de clavos y le dijo que, cada vez que perdiera la paciencia tendría que clavar uno de esos clavos tras la puerta.

El primer día, el muchacho clavó más de 30 púas, pero a medida que pasaban las semanas consiguió ir controlando su genio y, como resultado, cada vez tuvo que gastar menos clavos. Y es que era mucho más fácil poner freno a su mal carácter que pasarse el día dando martillazos.

Cuando el joven consiguió tener un control absoluto sobre los brotes de mal genio, su padre puso en marca la segunda parte de su plan: le pidió que retirase uno de los clavos de la puerta cada día que lograr contener su ira.

Los días iban pasando con tan buena fortuna que el muchacho pronto pudo comunicarle al padre que ya no quedaba ni un solo clavo que arranchar de la maltratada puerta. Y, entonces el padre le dijo: “Hijo mío, te felicito por el esfuerzo que has hecho, pero mira todos los agujeros que has dejado en la puerta.  Piensa que cada vez que pierdas la paciencia o que des muestras de tu mal carácter, dejarás en los demás cicatrices tan difíciles de curar como las que ves aquí”.



Fuente: Revista Pronto.

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